Los productos que utilizamos a diario, llegaron a nuestras manos porque alguien logró convertir una idea o deseo, en un negocio.
Bette Nesmith Graham era una mujer que se encontraba con un panorama realmente desfavorable para iniciar un emprendimiento. No tenía trabajo, estaba recién divorciada y tenía un hijo que mantener, pero contaba con dos cosas esencial: una idea y un gran espíritu para desarrollarla.
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